lunes, 13 de diciembre de 2010

Reencuentro



















Desde que hice la mudanza no había vuelto a ir, y eso que cada poco tiempo me salía algún plan allí, pero no era capaz. ¿Me había marcado tanto mi etapa allí como para no volver?, eso no era posible, aunque estaba claro que me estaba costando regresar.

Y llegó el momento, podía haber sido por cualquier otro evento, pero una cena en casa de una de mis amigas para juntarnos casi todo el grupo ha sido suficiente para animarme, y no me arrepiento. El plan no salió como estaba programado ya que al final fui la única que se desplazó para asistir y eso incrementó mis nervios, aunque no lo suficiente como para cancelarlo.

Con los billetes en la mano me planté en la estación. Sin volver a mirar el reloj pasé el control y esperé a que llegara el tren. No quise pensar, no quise sentir; me dediqué a mirar al infinito, a mirarlo todo, como para descubrir cosas nuevas. Todo igual, sin cambios aparentes, lo único distinto era yo.

El viaje fue tranquilo, sin poder dormir por la expectación. Llegué a Madrid. Pisar Chamartín fue extraño, la vista de las cuatro torres, un lugar habitual en mis fines de semana que ahora ya no era igual, algo dentro de mi lo hacía diferente. Y así estuve todo el fin de semana. Aunque el reencuentro más esperado fue con el metro. Pensarás que menuda tontería, pero para mi era la prueba de fuego. Podía estar en Madrid, había superado el viaje, pero... ¿cómo me sentiría al volver a montar en metro? No lo pensé mucho, compré el billete y todo surgió de forma automática: ahora torniquetes, después bajar por las escaleras de siempre, esperar en determinado sitio del andén y ver llegar el tren. Ufff, un sietemil, me gustaban esos trenes. Lo miré todo con los ojos bien grandes, como una niña pequeña. Pero aún quedaba otro paso mayor: coger la línea 4, la marrón, un tresmil... respirar, expirar.

Coche 3555, rápidamente me vino a la cabeza que el tren estaba compuesto por los coches 3551-3553-3555-3556. Empecé a buscar detalles, miraba arriba y abajo, ventanas, asientos, armarios, extintores, pegatinas... Todo igual, pero yo tan diferente. Viejo amigo, nos hemos reencontrado y ha sido bonito. Prometo repetir.

Por cierto, la cena estaba exquisita.

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