sábado, 30 de agosto de 2008

Anecdotario














"¡Mi pimiento relleno tiene pimiento!"

"Yo me puse café en un vaso y horchata de la nevera pensando que era leche, lo metí al microondas y... ¡salí corriendo pensando que la leche estaba mala!"

"Mi abuela pensó que el vaso que había en la nevera era su café con leche, lo calentó en el micro y resultó ser un vaso de baileys"


viernes, 15 de agosto de 2008

Doce de la noche









Me siento como Cenicienta, al dar las doce de la noche desaparece su sueño, deja de vivir el cuento.

Esta noche he creído en los cuentos, he imaginado un sueño... pero se ha roto, era una simple ilusión... No hay príncipe, ni hada madrina, ni ratones que me consuelen...

Los sentidos hicieron que me olvidase de mi coraza, abriendo grietas por donde se colasen los sentimientos. Un rayo iluminó mi alma y elegí una estrella para que alumbrase las noches más oscuras.

En esta noche sin magia, más oscura que nunca, las grietas empiezan a cerrarse, intentando ocultar el dolor que encierran. Volverá a fortalecerse el troquel, sin odios ni rencores, pero con un amargo sabor a derrota.

Mi ilusión es como el zapato de Cenicienta, perdido por el camino. Quizás el príncipe con el que bailaba regrese con el zapato antes de que se cierre la coraza.

lunes, 11 de agosto de 2008

¡Buenos días princesa!



¡Buenos días princesa!
He soñado toda la noche contigo...
Sólo pienso en ti princesa...
Pienso siempre en tí...

Los cuentos de hadas pueden existir, hay que saber buscar bien entre las luces grises que nos rodean.

lunes, 4 de agosto de 2008

A un olmo seco












Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.