miércoles, 21 de julio de 2010

Los años te cambian la forma de pensar

Es curioso como nos cambia el tiempo, además del proceso de maduración propio de cada persona existen otros cambios de ideales, pequeños detalles en algunas ocasiones, en otras cambios radicales.

Ayer iba con mi sobrina por la calle y de repente me preguntó: "¿tú qué querías ser de mayor cuando eras pequeña?". Y empecé a retroceder en mi memoria unos cuantos años hasta que encontré el primer recuerdo de lo que quería ser. Nada más ni nada menos que pastelera (siempre me han gustado los dulces y con los años voy aprendiendo a cocinarlos). La alternativa era ser cantante, ¡y eso que no existía Operación Triunfo!.

Pastelera o cantante... me resulta gracioso pensarlo, además de que esa idea fue cambiando con el paso del tiempo a diferentes profesiones. Pero nunca quise ser princesa, como es el sueño de todas las niñas, ¿espiritu rebelde?.

Mientras divagaba entre mis recuerdos surgió una idea que tenía durante años: el éxito de la felicidad consistía en tener un trabajo, casarme y tener hijos. Me ponía como edad para casarme los 27 años, e incluso hice un pacto con un amigo de que si a esa edad ninguno de los dos teníamos pareja nos casábamos juntos (nunca se cumplió, debimos "olvidarlo"...)

Según fueron pasando los años esa idea cambió, el éxito en la vida no consestía en seguir unas reglas y lo que se espera de uno. Se puede ser igual de feliz sin casarse y sin querer tener hijos, y si sucede, que sea cuando tenga que ser, no por cumplir una edad o porque sea lo establecido por la sociedad. Uno tiene que ser feliz sin ataduras, sin clichés.

Quizás algún día tenga un buen trabajo, me case y tenga hijos, pero de momento no lo necesito para ser feliz, sentirme tranquila y equilibrada en la vida.

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